Cómo detectar y tratar los problemas de audición en los niños

Las hipoacusias pueden ser desde leves hasta profundas -lo que conocemos como sordera-, pero incluso las más leves pueden afectar a su calidad de vida y a su aprendizaje, por eso, detectar cualquier problema de audición es muy importante para que su desarrollo sea óptimo.

Por qué se producen los problemas de audición

Las causas son múltiples, pero la mayoría son congénitas, es decir, que se producen antes de nacer. Según Sergio Álvarez, experto en audiología de Oticon, “la pérdida auditiva congénita, puede ser genética o no genética. Las genéticas, que representan más o menos la mitad, se debe a genes alterados. 

Si no es genética, podría deberse a enfermedades, traumas o infecciones que se sufren las madres durante el embarazo o al nacer”. Las más frecuentes son rubeola, toxoplasma, citomegalovirus o la prematuridad, cuando los bebés nacen con menos de 1.500 gramos de peso.

También las otitis pueden provocar pérdida de audición durante un tiempo. “Es muy frecuente en niño pequeños, sobre todo en invierno. Entre las que deberíamos prestar especial atención están las otitis serosas, que producen una acumulación de líquido dentro del oído que hace que la trasmisión del sonido no sea buena y produce pérdidas en los niños. Estas otitis, aunque no producen daños irreversibles, hay que atajarlas rápido, porque si durante el desarrollo, el niño está unos meses son escuchar bien y esto le produce un retraso en el lenguaje, uno retraso en el colegio porque no se entera bien de las cosas… Una vez tratada, no hay ningún problema”, advierte Álvarez.

Cómo se detecta, signos de alarma

Los problemas de audición se detectan muy rápido a través de pruebas clínicas, que pueden realizarse incluso antes de los tres meses de edad, como las otoemisiones acústicas (OEA) y los potenciales evocados automáticos (PEATCa), pruebas de cribado que sirven para examinar funcionamiento del oído interno y algunas enfermedades congénitas. También la audiometría, que se lleva a cabo en niños de distintas edades.

Pero para llevar a cabo antes hay que tener sospechas de que hay un problema de audición. Los expertos nos advierten sobre algunos de los signos de alerta, “Depende la etapa en que nos encontremos. Por ejemplo, en bebés, de entre 6 y 8 meses, lo normal es que los niños cuando escuchen un ruido es que muevan la cabeza, hagan algún gesto con la cara, aparece el balbuceo… En el caso de que un niño tenga pérdida, el balbuceo no se produce porque el niño no recibe un feed-black, no se escucha a sí mismo y deja de hacerlo. Según va creciendo el niño, los problemas se hacen más evidentes porque “el lenguaje no aparece y si no lo hace, tiene un retraso significativo con respecto a lo esperado a su edad”.

Según la Asociación Española de Pediatría, (AEP), hay que acudir al especialista si:

  • 6 meses: no emite sonidos ni balbucea.
  • 12 meses: no reacciona ante sonidos llamativos, como el timbre o teléfono.
  • 15 meses: no reconoce su nombre.
  • 24 meses: no imita palabras simples.
  • 36 meses: no dice palabras ni frases de dos palabras.
  • 48 meses: no elabora frases sencillas.

Cómo afecta la hipoacusia a los niños

La hipoacusia afecta sobre todo al desarrollo normal de los niños, y se nota especialmente en el ámbito escolar, “el doméstico es un entorno más controlado, donde no hay tanto ruido, los padres se dirigen directamente a los niños… pero en el escolar no hay este control: las aulas no están acondicionadas acústicamente, son muy ruidosas… Esto ocasiona que los niños sufran un retraso en el lenguaje, en el aprendizaje y a nivel social, pues al no escuchar o entender a sus compañeros tienen a aislarse”. 

Es por eso que, en cuanto se presentan problemas auditivos, el ámbito escolar tiene que adaptarse, “siguiendo una serie de estrategias que favorezcan una mejora de su aprendizaje, como situar al niño frente al profesor para que también puede apoyarse en la labiolectura y que el mensaje le llegue con más intensidad o se pueden utilizar sistemas de comunicación de micrófono remoto en el aula. Esto permite que lo que el profesor habla se transmita directamente a los audífonos del niño a través de un micrófono que él lleva puesta en la solapa y la calidad del mensaje no se pierda”, aconseja Álvarez.

¿Cómo se trata?

Una vez detectado en problema, hay varias formas de atajarlo y se aborda desde distintos ámbitos: pediatra, otorrino, logopeda, psicólogo, audioprotesista… 

A nivel médico existen los implantes cocleares, un dispositivo electrónico que puede ayudar a oír a personas sordas; y los audífonos, que amplifican los sonidos. 

En este sentido, los avances tecnológicos son espectaculares y encontramos audífonos especialmente diseñados para los niños. Las ventajas que tiene es que no pitan, que permite al niño acceder a múltiples interlocutores y a un sonido 360º. Esto favorece el aprendizaje incidental, que es aquel que no se produce de forma directa. Por ejemplo, cuando los niños escuchan a personas que están en su entorno, a las que no prestan atención directamente, pero que sí oyen y aprenden. 

El aprendizaje incidental es muy importante durante la infancia”, asegura Sergio Álvarez. Los audífonos infantiles tienen, alguna peculiaridad respecto a los de los adultos, pequeñas variaciones que permiten a los cuidadores de los niños “detectar si están bien colocados o funcionando bien”.

Además, ya existen audífonos que se puede conectar con distintos dispositivos, desde móviles, a ordenadores o televisiones, avances que, en definitiva, permitan a las personas con dificultades de audición “poder comunicarse de una forma más eficaz para que la inteligibilidad sea mayor en cualquier situación, incluso en un aula”.

Fuente: Audioprotesistas.org

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