El papel del cerebro en la audición
El cerebro es una pieza clave del cuerpo humano que se ocupa de las funciones cognitivas y emotivas. Además, ejerce el control sobre el resto de los órganos: uno de ellos es el oído, el encargado de la audición.
En este artículo comentaremos las funciones del cerebro en la audición y qué ocurre si el sistema auditivo y el cerebro no están conectados correctamente.
Cómo escuchamos los sonidos
El oído es el órgano que permite percibir y distinguir los sonidos convirtiendo las ondas sonoras en información para el cerebro. Para que la audición se lleve a cabo, las ondas vibratorias viajan a través del oído externo por el pabellón auditivo hasta llegar al tímpano. Desde aquí, la cadena de huesos, formada por el martillo, el yunque y el estribo, recibe esta vibración y la envía al oído interno, donde la cóclea estimula las células ciliadas del oído interno que envían impulsos eléctricos a través de los nervios auditivos hasta llegar al cerebro.
La precisión y complejidad del cerebro le permiten distinguir los ruidos de fondo de la voz de nuestro interlocutor en una conversación. De esta manera, el cerebro actúa de filtro y se concentra para prestar toda la atención a la voz de la persona con la que estamos conversando. Cuando la audición se da de manera correcta el cerebro también es capaz de amplificar el sonido de nuestra propia voz en una conversación con ruido ambiente. Pero ¿qué ocurre cuando el cerebro y la audición no se sincronizan?
Consecuencias de la desconexión entre el sistema auditivo y el cerebro
Cuando una persona sufre pérdida auditiva de transmisión, el cerebro tiene que esforzarse mucho más para conseguir aislar la voz del ruido ambiente. Por el contrario, si la persona padece hipoacusia neurosensorial, es el nervio auditivoel que no procesará ese sonido aunque las ondas sonoras hayan sido conducidas correctamente hasta el oído interno.
Asimismo, existen más dificultades que pueden producirse en la audición causadas por el cerebro, por ejemplo: el tinnitus o acúfeno, un zumbido que se percibe en el oído, pero que no proviene de una fuente externa. Según una investigación de la que se hace eco Hear-it, los acúfenos se producen por cambios en el cerebro que suceden debido a una pérdida de audición.
Nuestro cerebro se adapta a la pérdida de audición
Otra investigación llevada a cabo por la Universidad de Colorado Boulder, concluye que el cerebro se reorganiza cuando se padece una hipoacusia, aunque esta sea leve. Los investigadores utilizaron escáneres para analizar el cerebro de personas con pérdida auditiva y descubrieron que al poco tiempo de presentarse la hipoacusia el resto de los sentidos empezaron a ganar relevancia. Los escáneres mostraban la activación del lóbulo frontal, donde encontramos la memoria, cuando estas personas se preparaban para escuchar sonidos.
Además, otro estudio demostró que el uso continuado de audífonos volvía a adaptar el cerebro de estos pacientes y este se asemejaba al de una persona con audición sana.
Dificultades y trastornos derivados de la hipoacusia
Los problemas auditivos pueden provocar el aislamiento y la incomprensión de la persona afectada. La salud mental de este colectivo también es un tema de estudio, puesto que el cerebro, tal y como hemos visto, también se ve afectado por la pérdida de audición.
Un estudio del Consejo Nacional sobre el Envejecimiento demuestra que una persona con pérdida auditiva sin tratar tiene un 50% más de riesgo de padecer depresión que si utilizara audífono. Otras investigaciones se hacen eco de los trastornos emocionales o de conducta que pueden llegar a desarrollarse vinculados a la hipoacusia.
En conclusión, la audición necesita al cerebro para funcionar correctamente y la salud mental puede verse afectada por una pérdida auditiva. Por eso, debemos prestar mucha atención a nuestra salud auditiva vigilando nuestra higiene y sobre todo realizar exámenes periódicos que nos confirmen si se ha producido algún cambio en nuestra audición.
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